Hoy vi a una hormiga haciendo parapente.
Mientras esperaba el bondi en una esquina de Libertador, la muy pancha se posicionaba con una hoja de un tamaño considerablemente enorme para su tamaño relativamente diminuto; firmemente agarrada a sus espaldas con sus antenas y patas, y al pasar los autos a toda velocidad y aprovechando que desprendían un fuerte viento que la remontaba por el aire, ella se mantenía planeando algunos microsegundos.
Al principio supuse que tenía problemas para volver a su hormiguero e intenté hacerle una barrera con la mochila para proteger su camino de la correntada. Pero no sirvió de mucho. La hormiga buscaba con ansias la orilla para seguir con su deporte de riesgo.
Al cabo de un par de largos minutos y siete vuelos completos, soltó finalmente la hoja y emprendió el camino de regreso a su casa.
Yo seguí esperando el bondi a orillas de Libertador, con el viento de autos a toda velocidad que arremolinaba mi pelo y deseando de reojo encontrar una hoja considerablemente inmensa para intentar imitarla.
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