sábado, mayo 05, 2007

Ocurrió una vez...

... que a Laila le costaba el tiempo. Los relojes universales se empeñaban en alejarla de las letras y sus tonos ensoñadores, que tan bien le hacen al ser. Entonces apareció Jack D'Ar, quien apiadándose o sencillamente por su avidéz de usurpar lo que los dedos ajenos suelen callar, le propuso el juego que comenzaría con una palabra.
Entre tantas que lloviznan por la noche en su fémina cabeza, ella escribió "Pelopincho". Entonces surgió de la gallarda poética del muchacho de capa y galera, la primera frase...
Y así Jack D'Ar y Laila, dieron vida a esta pequeñez sin rumbo que hoy se digna hacerse presente, por el mero placer de lo exquisito de los cadáveres, cuando se funden en un aterciopelado algo.

"Pelopincho"

Hay un lugar que se abre de aguas en tus pieles
un rincón donde las sombras juegan húmedas en tus supiros
y suspiro y agua se matan en armonías.

Ondas, olas, remolinos de cinturas y brazos adormecidos
¿qué mirás? ¿qué cosas ven tus ojos en mi ceguera?
¿silencios de noches sin viento?
¿helados amaneceres mudos de sol?

la ausencia nos come la carne, tu mano, algo queda
y en la oscuridad de mi escrito sobrevienes...
hay algo que cruza tu mirada
agua de mar sin sal...
horizontes de años sin vida...
pesadez de espíritus sin vuelos...

mientes con toda la fuerza que tienes,
eres el temor de los mares hecho llovizna
¿Acaso soy yo el guardián de mi sangre?
Soy, y con eso ya no basta.

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